sábado, 19 de marzo de 2011

Te recuerdo

Te vi un día caminar por la calle y entrar al lugar a donde me dirigía. Aún no sé porque tuve ese instinto de voltear y fijar mi mirada en tu figura distante que caminaba de manera apresurada y ligera... siempre neurótico por adueñarte del espacio. En ese momento no le di importancia a ese fugaz momento que me conectó a ti de manera irremediable; fue hasta que te tuve frente a frente que comencé – aunque nunca lo hice tan bien como ahora – a dimensionar lo importante que fueron esos segundos, ese voltear distraído que hice desde el coche en movimiento. Sólo por este lapso empiezo a creer que quizá las cosas más significativas de la vida pasan en los momentos más efímeros.

Tiempo después, al tener la posibilidad de estar más próximos, me di tiempo de admirarte superficialmente. Admito que en ese instante no te califiqué como el hombre más apuesto, pero algo – sigo sin saber qué – no me dejó descalificarte. Lo primero que admiré de ti fueron tus ojos, tan cristalinos que se iluminaban cuando algo te causaba placer pero que en general estaban un poco obscurecidos por una nostalgia inexplicable. Incluso desde lejos tu mirada provocaba reacciones extrañas en mi, sentía como una extraña electricidad que me recorría y me aceleraba el ritmo cardiaco. Jamás consideré que me aceleraras el corazón, esa noción estaba prohibida porque era simple y llanamente una cursilería; sobre todo porque éramos un par de extraños en un cuarto lleno de gente.

A través del tiempo te he ido conociendo, no como hombre perfecto sino como uno con muchos defectos que odio; sin embargo, no me he contenido, te he adorado y no me he convencido totalmente a dejarte. Por temporadas te olvido a medias, o quizá sería más justo decir que te retiro de mi pensamiento inmediato. ¿Qué si he logrado amar a otros? Amar no, querer o estimar sí. De hecho, eso me lo recrimino bastante, porque cada vez que quiero seguir una vida fuera de tu área de influencia algo te trae a mi, una noticia, una mención, un nombre suelto por ahí (coincidentemente es el tuyo). Eres mi maldición autoimpuesta, no puedo sino culparme y absolverte.

Duele saberte por el mundo divagando, pero es insoportable el no poder borrarte. Porque siempre habrá algo que recordaré de ti… tus ojos, tus ojos… esos que tengo tan grabados en la memoria que sólo tengo que cerrar los míos para imaginarte entero. A pesar de que te veo, sólo en ese momento te tengo a mi disposición para deleitarme con la iridiscencia que emana tu mirada. Ya no me atrevo a verte de manera franca, hacerlo sería una misión suicida y una confesión imprudente.

Empero, todavía hay luz en el horizonte, no está dado por tus ojos como ingenuamente lo creí, sino en la promesa que algún día encontraré la manera efectiva de disolver estos recuerdos y continuar caminando.

2 comentarios:

  1. Wow!!
    No te preocupes amiga, en algún momento esos recuerdos se convierten en sólo eso: Un recuerdo, no en la vivencia que 'atormenta' tu presente^^

    ResponderEliminar